Oír
la risa de la gente me duele pero al mismo tiempo me une a este
mundo, curvan sus labio y enseñan sus blancos diente, casi parece
que los hace más hermosos de los que son realmente. Intento sonreí
pero siento que solo estoy haciendo una mueca rara que esta muy lejos
de ser una sonrisa. Sé que es falsa por eso no lo intento otra vez.
Estoy en la calle principar de mi ciudad, a diferencia de la mía esta hay mucha más gente y hasta algunos bares abiertos. Arrastro
mis pies por la nieve y me sorprende que este simple movimiento no
haga ningún ruido, la gente que pasaba por mi lado no se molestaba
en esquivarme, y por más que intente no chocar con nadie sé que
estoy haciendo algo inútil y ridículo. Cuesta acostumbrarse, si te
paras a pensarlo bien. ¿Nunca te preguntaste qué harás después de
morirte? ¿A quien seguirás una vez seas invisible? O ¿como
aguantar esta amargura que se te come aun estando muerta? Yo tampoco
lo se, por mala suerte en los 15 años que llevo estudiando nadie me
enseñó como comportarme una vez muerta. Me sentía perdida,
confusa, desorientada y sin rumbo alguno. La ciudad es el océano y yo
el pequeño barco, pobre y podrido que vaga en sus inmensas olas.
Con mi mente en las nubes esquivo
una mujer que venia directamente hacia mi, una vez que pasa de largo
me giro a mirarla, parecía casi una super modelo, con un pelo
rubio peinado a la perfección y un largo abrigo que le llegaba hasta
las rodillas, uno de esos abrigos que nunca me habían quedado bien
ami. Llevaba unos tacones que la hacían más alta, comparándome con
ella yo parecía un perro callejero y ella toda un Dalmata. Me
sorprendo a mi misma pensando en perros, ya que nunca pude tener uno,
es una sensación nostálgica que me trae otra lagrima aventurera.
Recuerdo
que por una navidad pedí un perro, y la verdad en esa época de la
infancia quería y conseguía todo lo que deseaba, pero al memorizar
ese recuerdo me di cuenta de que nunca pude tener uno, aunque la
verdad nunca me ha importado.
Miré
a la chica hasta perderla de vista y luego baje la mirada hacia mis
zapatos, llevaba mis botas preferidas, era de un color gris marrón, y
quedaban bien con todo, o eso parecía cuando me miraba en el espejo
porque ahora con las manchas de sangre parecen una botas sacadas del
vertedero. Llevaba unos simples texano y un abrigo de lana machado y
medio estropeado, no creo que ahora mismo tenga la mejor pinta del
mundo, pero pensándolo mejor, nadie era capaz de verme. Ni de
sentirme, ni de tocarme. Eso me hace sentir sola, como siempre he
estado y nunca dejare de estar. Quité esa reflexión de mis
pensamientos, nunca fui una chica positiva, y esa era una de mis
mayores defectos.
Dejo
de mirar a ese chico que estaba delante de la tienda de video juegos
y durante un momento siento ganas de correr, y segundos después no
dudo en hacerlo. Me dirijo al bosque, el lugar donde las almas
solitarias siempre eran bienvenidas.
Wolaaa,
ResponderEliminarEscribes bien, aunque personalmente me gustó más la cuarta parte. Igualmente, sigue así!:)